Escudo de la República de Colombia
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Manuela

 

Manuela Sanín 

Esta calamidad ha hecho de nosotros nuevas personas, estamos en espacios, dinámicas, formas de actuar y vivir diferente. Ahora repensamos el habitar, el estar en un hogar y el significado de vivir en una casa.

Repensamos nuestras actitudes, nuestros hábitos y el convivir con nosotros mismos. Conocernos como la labor más difícil de la contingencia y la convivencia como el don de la paciencia.

Aprendimos a valorar lo que ya no tenemos, a apreciar los pequeños momentos, los instantes que creíamos cotidianos, un verdadero abrazo, un café por la tarde al aire libre, la risa de un amigo... Extrañamos la presencialidad que ahora es solo recuerdo.

Las risas son en video llamada, las clases son en una pantalla y toda nuestra vida se resume a la virtualidad. Hay que evolucionar y adaptarse para sobrevivir, pero ¿y el calor humano? La pregunta que nos agobia, el compartir, el sentir al otro, bailar con la energía del compañero, sonreír al ver a alguien, los momentos y las dinámicas sociales...

Nada volverá a ser lo mismo, ni siquiera nosotros somos los mismos que éramos en febrero, por fortuna no lo somos. Sin embargo, no niego lo agobiante, lo depresivo y estresante que es esta época, pero necesitamos entender qué nos está enseñando, qué debemos aprender, qué debemos desaprender y qué debemos comprender.

Ojalá todos salgamos amando más, entendiendo más, valorando más... Siendo más.

Ojalá nada, ni nadie sea igual.

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